Mis heroínas, mis demonios y, una revelación
- pedroeborgoglio
- 4 jul
- 4 Min. de lectura
Después de 8 horas de viajar por una cinta de asfalto que alternativamente aparecía o desaparecía, cuando el viento del Sahara barría la arena que la cubría, por momentos completamente, mi ánimo, ambivalente entre la euforia y la zozobra, competía por un lugar en mi cerebro entre la alternancia de la razón a la locura, ominosa presencia alternativa evidenciada en delirios de una homogeneidad sorprendente: Los bereberes tunecinos no me permitirían abandonar áfrica. En simultáneo a mi sueño, aparecían en mi mente y mi room un número variable de árabes en actitud conspirativa y claramente hostil alrededor de mi lecho e imposibilitado de hablar o moverme. Noche tras noche, durante siete agónicos días de impotencia ineludible para escapar a la encerrona. La única defensa de relativa eficacia fue, en cada despertar, poner una alarma en el celular que, al sonar me rescataba de la irrealidad y me permitía algunos respiros entre vigilia y delirio. Afortunadamente, mi guía Ali, funcionaba sin el saberlo, como un ancla que impedía un alejamiento irreversible de la realidad. En el primer encuentro de la mañana y sus movimientos al conducir el automóvil y comentarios acerca de la historia y clima de la región y la cultura e historia de los habitantes de aquel océano de arena, antecesores de los que cientos de años después, conquistaron España, actuaban como un ancla. Sin nada que ver en el horizonte a 360 grados, lograban que mi permanencia en la irrealidad fuera reversible. De un lado, las arenas hasta el horizonte, el viento que provocaba que cada partícula se convirtiera en un proyectil con capacidad de causar heridas. Por otro, la temperatura provocaba además de un efecto devastador en lo personal, se distorsionara el efecto de la luz sobre el asfalto recalentado, construyendo imágenes fantasmales. Madrejón desnudo, sin una sed de agua, diría Borges. Incipientemente, ya era posible detectar en mí, los primeros atisbos de lo que el desierto hace a algunos hombres, en especial en medio de un siroco inusualmente cálido: golpe de calor, deshidratación, fiebre, delirios y ocasionalmente, de resolución mortal.
Con dirección norte, hacia la frontera Túnez-Libia y con el mar mediterráneo, muy cercano hacia el Este, en el cercano Oasis-Campamento de Ksar Ghilane, próxima etapa, esperaba la necesaria y ansiada recuperación de la insinuada sintomatología del golpe de calor, deshidratación y, sus consecuencias: dificultad para comer y beber, perdida de fuerzas físicas, delirios en la vigilia y en el sueño nocturno. Pero, no resulto de esa manera.
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Llegando al Oasis, el siroco arreció en cuanto a fuerza del viento y temperatura. El refugio en la tienda bereber, harto satisfactoria para los naturales del lugar, fue inclemente con mi salud física y emocional. Pase el resto del día y la noche siguiente en esas condiciones climáticas cuyas consecuencias inmediatas fueron perdida de fuerzas, de apetitito sin poder beber agua por las náuseas que me provocaba intentarlo y, lo peor y temible, delirios espantosos, con leves contactos con la realidad. Esto aumentaba la angustia al repetirse en una noche, numerosas ocasiones de pasos consientes desde la realidad al delirio sin posibilidad de evitarlo. Un autodiagnóstico compartido con mi guía bereber; golpe de calor, deshidratación.
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Las 7 u 8 horas de trayecto desde Tunes al Oasis-Campamento de Ksar Ghilane, fueron, con las condiciones climáticas y mis condiciones físicas y psicológicas, propedéuticas, preparatorias del desenlace en el campamento. No fueron las que mis expectativas deseaban, recuperación física y emocional sino, todo lo cantrario.La única referencia objetiva de realidad era Ali, el guía .Pero cada minuto la relación de tiempo de permanencia en la realidad versus en el delirio se hacía asimétrico, perdidosa la realidad. Además e inexplicablemente, el conjunto de bereberes hostiles protagonistas de mis delirios, desaparecieron. Su lugar en la irrealidad fue ocupado por las que serían según mis planes para mi actividad literaria, las protagonistas de mi próximo libro, mujeres de características únicas en la historia. Salambo, la princesa de Cartago; Artemisa, reina de Caria y almirante de la flota de Jerjes. La Reina Boudica, líder de Britania contra Roma y, Cornelia, hija de Escipion, el africano y madre de los Gracos. El cambio de protagonistas de mi irrealidad, fue una incógnita que en mis lapsus de realidad, resulto ininteligible. ¿La razón?; eran acontecimientos simbólicos.
El radical cambio de protagonistas de mis delirios, implico certeramente, con más la percepción incompartible por inexplicable, de que el final, estaba próximo. La posibilidad de no poder escapar a la irrealidad y que “in eternum” habitaría mis delirios, fueron suficiente aliento para considerar la muerte como una alternativa liberadora. La locura, es un territorio inhabitable.
Inmóvil, de pie en la orilla del Estigia, se veía que, desdibujado por la tenue neblina, se acercaba el barquero, el eterno personaje que transporto a los humanos hacia la otra ribera desde el inicio de los tiempos y del que nadie ha escuchado un sonido de sus labios. La barca de Caronte, único y eterno vehículo entre este mundo y el Hades.
Caronte estiro su mano con la palma abierta y, con resignación y cierto alivio, deposite en ella la moneda del pasaje a la otra orilla. Seguí su mirada que veía hacia mis espaldas y, allí estaban mis heroínas, Salambo, Boudica, Artemisa, Cornelia… Inmóviles, pero con la mirada puesta en el barquero. Pero, todas tenían el rostro de mi madre. Las cuatro con aquella expresión con que en silencio, gritaba en vida su comprensión del mundo y de las personas.
El eterno barquero, musito tenuemente estas palabras, como un pensamiento perenne que habitaba su corazón desde el origen de los tiempos: Las mujeres, en cuanto madres, no necesitan hacer, les basta con estar…
Estiro su mano, deposito en la mía la moneda del costo del pasaje, abordo su barca y se alejó hacia la niebla del Estigia tan en silencio como su arribo. Todo se veía y se sentía como si nunca hubiera estado. Busque con la mirada a mis heroínas y, ya no estaban… Reflexioné que, ya era irrelevante determinar qué fue delirio o realidad en estos acontecimientos…
Pseudónimo: Revenant.
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