Siempre es posible enredarse en discusiones que, desatendiendo el principio de la búsqueda de la verdad, van circunvalando la discusión en forma centrifuga del objeto o esencia de la misma. Si se desea mantener el análisis en el nivel de amplitud y profundidad adecuada a este propósito, la circunvalación debería ser centrípeta: en cada revolución, más cerca de la esencia.
La circunvalación centrifuga, alejarse en cada revolución de la esencia de la discusión o análisis, es un muy antiguo recurso para distraer la atención del ingenuo o distraído de la esencia de que se trata, mediante desvíos intencionados. Por ejemplo proponer que hay otros animales que dan leche, cuando aún no fue posible discernir si, la esencia del análisis es o no es, una vaca.
Las supuestas peleas y desencuentros entre los Fernández, Alberto y Cristina, no pueden ser entendidas si el analista entro en la vorágine centrifuga de los nuevos datos, dichos y hechos, que cada día aparecen protagonizados por los actores principales o los de reparto. Aquí vale una establecer una clave: Si la obra que se representa es la misma para todos, también lo es el guion y no es razonable pensar que en Hamlet, aparezcan Capuletos, Desdémona o Cayo Marció Coriolano. Si hay coherencia en el parlamento de los actores secundarios, hay director.
Para establecer un orden de análisis, digamos cual es el principal problema de Cristina. Aquel problema que le haría perder, en un momento, todo aquello por lo que lucho toda su vida. El tener un busto en el salón que le indica a la posteridad que fue dos veces presidente, es irrelevante si, la justicia la condena. Y, la perspectiva de ser indultada por un presidente afín, es la peor pesadilla de sus noches angustiadas. Aun indultada y libre, para la historia será la presidenta que fue condenada por delitos comunes como los que prevé el Código Penal, aun para un motochorro analfabeto. Su único problema siempre fue que debía lograr la falta de mérito en todas sus causas. Es la justicia como institución la que debería absolverla. Una sola causa de todas las que está procesada que la condene, será el eslabón débil de una cadena que no es más fuerte que más débil eslabón. Como todas sus apelaciones llegan a la corte, ella necesita que la Corte Suprema este conformada por Ministros que garanticen que todas las apelaciones que lleguen a esa instancia, por sentencias de tribunales inferiores, sean resueltas a su favor. Esa, verdaderamente era la tarea encomendada al otro Fernández, Alberto. Pero, por la razón que fuera, no supo, no quiso o no pudo, Alberto no cumplió. Es legítimo suponer que Alberto, al recibir la propuesta, pensando que por sus medios fuera de la política, solo le quedaba vivir a costa del esposo de Tolosa Paz, deslumbrado, acepto con la ingenuidad e irresponsabilidad de Macri cuando dijo que la inflación era una estupidez. Solo la absolución por parte de la justicia, de los jueces que la juzgan, es la única credencial válida para entrar a la historia. En la manera que van las cosas, jamás lograra su sueño dorado además de irrenunciable: No solo entrar debidamente a la historia sino también, con, por lo menos, la misma estatura política y de reconocimiento social que Eva Perón.
Ahora, ya casi no hay tiempo para que Cristina con acciones democráticas se libre de los juicios que ya despuntan para fin de año. La falta de tiempo con más que las herramientas para cumplir sus objetivos está en manos del otro Fernández, Alberto. Y este, no puede, sabe o quiere. Para alcanzar las herramientas necesarias y ponerlas en manos de alguien que quiere, puede y sabe, es imprescindible matar al ferretero.
Hay algo que Alberto Fernández, una persona sin voluntad de poder, Nietzsche dixit, ignora. Es un tipo simplón, sin pensamiento sofisticado, que cree que con Cristina es posible una relación lineal, sin dobleces, sin simbolismos y sin segundas o terceras intenciones. Para las capacidades de Alberto Fernández, entender y relacionarse con Cristina es un intento tan desproporcionado como si se propusiera actuar de intérprete entre los trabajadores de la torre de Babel.
Cristina debe y seguramente será condenada. Pero, la oposición ni el propio Fernández pueden intuir en sus cabezotas, los acontecimientos que se avecinan como consecuencia de las acciones de Cristina para lograr su objetivo: la justicia declarando su inocencia. Cristina llevara el barco al puerto que necesita, que le es indispensable o, lo estrellara.
No es posible eludir el pensamiento que, si a Cristina, mediante algún tipo de cirugía, le fuera extirpada la megalomanía, inmoralidad y el inexplicable anclaje en el pasado, sus capacidades políticas, incomparables para ningún político actual, hubieran sido tal vez, el liderazgo necesario para un país con esperanzado presente y venturoso porvenir.
Si Cristina es condenada, será un peldaño para un futuro mejor para todos. Pero, no puedo dejar de pensar que, en un país donde el robo en la política es la norma, condenar a uno por hacer los que todos hacen y sin cambiar el sistema, es un absurdo.
Pedro Enrique Borgoglio Boetti
Voy al revés: si Cristina (la vice actual y futura presi cuando viaje albertítere a las uropas) no es condenada y queda libre de toda culpa y cargo, entraremos en una situación inmanejable para todos los que pretenden manejar la política.-- Así de simple. -- Saluditos, pky